Juana I de Castilla - la reina que no estaba loca
Nuestra protagonista de este día, no está relacionada realmente con la Dinastía Tudor pero aún asi, siento la necesidad, teniendo este blog, de redactar un artículo en memoria a una bella dama, cuyos seres más queridos fueron los culpables, de que hoy en día sigue teniendo el mote injustificado de "La Loca".
Una ambición soberbica y enfermiza que no tan solo sentía su padre, sino también su marido y por desgracia su propio hijo. Todos ellos, uno tras otro, inventando una locura, un estado mental, para poder usurparle el trono.
Una vida desafortunada y triste que merece ser contada y difundida.
Soportando un sin fin de sufrimientos mientras vivió, aunque habría que preguntarse si eso realmente se podría llamar vivir, o más bien vegetar hasta que llegue la muerte, intentemos al menos ahora, que sabemos la verdad, recordarla tal y como ella fue:
Una mujer inteligente, rebelde y extremadamente apasionada.
Dejemos a un lado la ignorancia y la represión de la mujer y olvidémonos del mote por la que tristemente es conocida y llamámosla Juana, la Reina de Castilla.
Juana I de Castilla
Juana nacio en la antigua capital visigoda de Toledo el 6 de noviembre de 1479 siendo la segunda hija de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. Desde muy pequeña recibió una esmerada educación, propia de una infanta, basada en la estricta obediencia en el serio y itinerante ambiente de la corte castellana. Juana era una aventajada alumna en comportamiento religioso, urbanidad, buenas maneras y manejo propio de la corte, sin desestimar artes como la danza y la música y el entrenamiento como amazona. Además sabía de lenguas romances propias de la Península Iberica, como también el francés, el latín y el manejo de varios instrumentos musicales.
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón
Siendo aún una niña pequeña sentía un gran interés hacía la teología y su deseo era convertirse en monja. Pero sus padres, los Reyes Católicos, ya habían planeado un futuro algo distinto.
Como era la costumbre en la Europa de aquellos siglos, sus padres negociaron los matrimonios de todos sus hijos con el fin de asegurar sus objetivos diplomaticos y estrategicos.
Ambos conscientes de las aptitudes de su hija Juana y de su posible desempeño en otra corte, asi como la necesidad de reforzar los lazos con el Sacro Imperio Romano Germánico, planeaban la boda entre Juana y Felipe Archiduque de Austria, duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y Luxenburgo, conde de Flandes, de Habsburgo, de Hainaut, de Holanda, de Zelanda, Tirol y Artois y señor de Amberes y Malinas entre otras cuidades.
En agosto de 1496 con 16 años partió Juana desde la playa de Laredo (actual Cantabria), despidiéndose de sus padres y hermanos, iniciando su rumbo hacía la lejana y desconocida tierra flamenca, hogar de su futuro esposo.
Pero esta travesía tuvo algunos contratiempos obligando a Juana a tomar refugio en Portland (Inglaterra) el 31 de agosto. Cuando la flota pudo acercarse a Middelburg, Zelanda, una nave genovesa que transportaba a 700 hombres y las vestimentas de Juana y muchos de sus efectos personales, chocó contra un banco piedras y arena y se hundió.
Pero esta quizás advertencia, solo había sido el comienzo de un futuro solitario y desgraciado.
Cuando Juana y Felipe finalmente se vieron por vez primera, se quedaron absolutamente fascinados, enamorándose nada más verse. Tanta fue la locura que sintieron el uno hacía el otro, que no pudieron ni quisieron esperar hasta el día del enlace. Deciden saltarse el protocolo y ambos ordenan un rápido casamiento.
Esta mutua atracción hacía prever una buena relación, sin embargo las cosas iban a cambiar en un futuro no muy lejano.
Este amor a primera vista, acompañaria a Juana durante el resto de su vida, mientras que para el voluble Felipe, fue tan solo fruto de unos pocos meses.
Ya que, aún sintiendo tanta atracción y tanta devoción por su joven y bella esposa, muy pronto perdió el interés en la relación.
Felipe I de Castilla
Juana tenía una extraordinaria capacidad de amar y de entrega a sus seres amados y era absolutamente apasionada, pero el carácter promiscuo de su esposo, hizo que éste desease estar con otras mujeres además de con la suya.
Ésto propició continuos ataques de celos en Juana, algo hoy en día completamente comprensible.
Pero en aquella época este comportamiento "rebelde" y "apasionado" no era algo usual para una dama, cuyo deber consistía en entender el carácter de su esposo con respeto y además en silencio.
Pero Juana sencillamente no estaba dispuesta a permitir, que su amado esposo compartiera su lecho cada noche con una mujer diferente, por lo que aparecieron los enfrentamientos entre los esposos, mientras sufría una serie de crisis nerviosas, que entonces muchos señalaron como brotes de locura.
Tampoco ayudaron demasiado los continuos embarazos por los que pasó, ya que en nueve años trajo al mundo a un total de seis descendientes.
- Leonor (1498) Fue reina de Portugal y en segundas nupcias reina de Francia
- Carlos (1500) Emperador Carlos I de España y V de Alemania
- Isabel (1501) Reina de Dinamarca
- Fernando (1503) Emperador de Alemania
- Maria (1505) Reina de Hungria y Bohemia
- Catalina (1507) Reina regente de Portugal
Felipe y Juana
Viendo que su esposo no cambiaba de actitud, puso de su parte todo lo posible para retornar a las apasionadas relaciones, emprendiendo a la vez una estrecha vigilancia del infiel compañero, lo que dio lugar a una infinidad de situaciones algo embarazosas.
Juana vigilando a su esposo, y pese al avanzado estado de gestación de su segundo embarazo, del que nacería Carlos, el 24 de febrero de 1500, asistió a una fiesta en el palacio de Gante. Aquel mismo día tuvo a su hijo, según se dice, en los lavabos del palacio.
Su desesperación era tal que en un arrebato de celos, llegó a atacar a una dama de la corte con unas tijeras.
A su vez, Juana sería maltratada por su marido, furioso ante la conducta de su esposa.
Las escenas en las que Juana reprochaba la conducta lasciva de su esposo, eran aprovechadas por el, para intentar demostrar a los otros miembros de la corte, la frágil salud mental de su esposa.
Muertos sus hermanos Juan e Isabel, asi como el hijo de ésta, el infante portugués Miguel, Juana se convertió en heredera de Castilla y Aragón. Cuando en 1503 su marido Felipe, se marchó a Flandes a resolver asuntos, dejando a Juana en plena gestación, da a luz el 10 de marzo de 1503, en la cuidad de Álcala de Henares, cerca de Madrid, a un barón que se le puso el nombre de Fernando en honor a su abuelo materno, Fernando el Católico.
Juana fue trasladada al Castillo de la Mota. Allí fue mejorando hasta que en noviembre recibe noticias de su marido. Se dispone a partir en su busca de inmediato. Su único deseo era volver junto a su esposo y sus hijos, Carlos y Leonor que también se encontraban en Flandes lejos de su madre. Había decidido marcharse en plena noche del castillo, saliendo corriendo por los pasillos cuando de pronto se encontró con las puertas cerradas, y por orden de los reyes su propio sequito no le respondió. Al no ver salida alguna, Juana decidió permanecer sentada a medio vestir, frente a la verja de acceso, mientras le caía la lluvia, exclamando desesperadamente durante la noche entera que la tenían prisionera.
A duras penas, la pudieron detener, y se vieron obligados a mandar a llamar a la reina Isabel, que ya estaba gravemente enferma, para que controlara a su hija, de la que tan solo recibió improperios. Ante el empecinamiento de la princesa, no tuvieron más remedio que dejarla partir.
Castillo de la Mota
Ese acto, sencillamente por amor y pasión que sentía por su familia, fue el principal hecho que caracterizó a Juana de su supesta locura. Y fue entonces cuando su mote ya había nacido.
Muerta la reina Isabel el 26 de noviembre de 1504 se planteó el problema de la sucesión en Castilla. El testamento de la reina deja como heredera de la corona de Castilla a su hija Juana, más una cláusula, que indica que en caso de incapacidad, la regencia sería encomendada al padre, Fernando. Esta disposición, ese pequeño anexo, sería la semilla de graves enfrentamientos políticos y que dictaría el cruel futuro de Juana.
Sin embargo su padre la proclamó reina de Castilla, pero siguió él mismo gobernando el reino.
En junio de 1506 Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I. Pero tan solo tres meses después, el 25 de septiembre Felipe El Hermoso, el marido y gran amor de Juana, fallece en circumstancias extrañas, supuestamente por envenenamiento.
Fue entonces cuando aumentaron los rumores sobre el estado de locura de la dolorida y entristecida Juana. Cuando Felipe murió, Juana decidió trasladar el cuerpo de su esposo, desde Burgos, el lugar donde había muerto y en el que ya había recibido sepultura, hasta Granada, tal y como el mismo lo había dispuesto en su lecho de muerte (exepto su corazón que deseaba que se mandase a Bruselas, como así se hizo). Viajando siempre de noche, la reina Juana no se separó ni un momento del féretro, y éste traslado se prolongó durante ocho fríos meses por tierras castellanas. Acompañaban al féretro un gran número de personas entre las que habían religiosos, nobles, damas de compañia, soldados, y sirvientes diversos que, cual procesión sirvió para que las murmuraciones sobre la locura de Juana aumentaran cada día entre los habitantes de los pueblos que atravesaban.
En la cuidad de Torquemada (Palencia), el 14 de enero de 1507, da a luz a su sexto hijo y póstumo de su marido, una niña bautizada con el nombre de Catalina, en honor a su hermana Catalina de Aragón. La depresión de la reina seguía agravándose. No quería cambiarse de ropa, no quería lavarse y finalmente su padre decidió encerrarla en Tordesillas el mes de febrero del año 1509, para evitar que se formase un partido nobiliario en torno a su hija, encierro que mantendría su hijo Carlos I más adelante.
Es evidente que se obstaculizó por todos los medios la salida de la reina del palacio, pues no dejaba de ser la legítima soberana y se tenía miedo viéndola, sus subditos se rebelaran, sobre todo contra su hijo Carlos I. De ahí que tanto Fernando El Católico como su nieto Carlos I elegieran a hombres de su confianza para poner al frente de la casa de Juana, que fueron, más que gobernadores, auténticos carceleros.
Aproximadamente 7 años después, 1516 murío Fernando II de Aragón, y por su testamento, Juana se convertio en reina nominal de Aragón, pero varias instituciones de la corona aragonesa no la reconocían como tal; entretanto, ahora su hijo Carlos se benefició de la conyuntura de la incapacidad de Juana para proclamarse rey, aprovechandose de la legitimidad que tenía su madre como heredera de los Reyes Católicos en Castilla y Aragón. De forma que se añadió él mismo los títulos reales, que por derecho le correspondían a su madre. Así oficialmente, ambos, Juana y Carlos, correinaron en Castilla y Aragón, de hecho, ella nunca fue declarada incapaz por las Cortes Castellanas ni se le retiró el título de reina. Mientras vivió, en los documentos oficiales debía figurar en primer lugar el nombre de la reina Juana. A la muerte de Fernando El Católico, ejerció la regencia de Aragón al arzobispo Zaragoza, Don Alonso de Aragón, hijo natural de Fernando y en Castilla el Cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos desde Flandes. Cuando éste llegó, mantuvo a su madre encerrada y ordenó que la obligasen a escuchar misa y confesarse empleando tortura si fuera necesario.
Carlos I de España
Nunca más se le permitó salir del palacio de Tordesillas. Permaneció en una casona-palacio-carcel y sólo podía visitar la tumba de su esposo que se encontraba a corta distancia del palacio durante un tiempo, antes del traslado de los restos de Felipe a Granada en 1525, ni a pesar de que en Tordesillas se declarara la peste. Su padre Fernando, y después su hijo Carlos, siempre temieron que si el pueblo veía la reina, la legítima soberana, se avivarían las voces que siembre hubo en contra de sus respectivos gobiernos.
En los últimos años, a la supuesta enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades en las piernas, las cuales finalmente se le paralizaron. Entonces volvió a hablarse de su indiferencia religiosa, llegandose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto, Felipe pidió a un jesuita, el futuro San Francisco de Borja, que la visitara y averiguara que había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente.
Disfrutando unicamente de la compañia de su última hija, Catalina, que vivía con ella en el palacio de Tordesillas, también por desgracia la tuvo que abandonar en 1525 para casarse con Juan III de Portugal.
Maltratada física y psicologicamente por sus propios sirvientes, encerrada por orden incial de su padre y luego por su hijo, permaneció en su palacio-carcel durante 46 años.
Juana volvío a ser una reina cautiva, como aseguraba su hija Catalina, cuando comunicaba al emperador que a su madre no le dejaban siquiera pasear por el corredor que daba al río:
"...y la encierran en su cámara que no tiene luz ninguna"
La vida de Juana se deterioró progresivamente, como testimoniaron los pocos que consiguieron visitarla.
El Viernes Santo día 12 de abril de 1555 fue la muerte a la que todos tememos, la que la liberó de su largo encierro, falleciendo Juana a los 75 años de edad. Su cádaver es depositado en la iglesia Real Convento de Santa Clara, hasta que es trasladado en 1574 a Granada, donde descansan sus restos junto a los de su esposo.
La mayoría de historiadores coinciden ahora en que padecía de melancolía y trastorno depresivo severo.
Pero quién no padecería de estos síntomas, tras pasar por la pérdida del gran amor de su vida, más tarde ser encerrada por orden de los seres que ella más quería durante 46 largos años y llegar a ser maltratada durante estos, injuriada y llamada "Loca" aún 500 años después?
La figura de la reina Juana fue muy atractiva para el romanticismo, porque reunía una serie de características muy queridas por éste: la pasión arrebatadora de un amor no correspondido, la locura por desamor y los celos desmedidos. Tanto fue así, que numerosos artístas consagraron alguna de sus obras al personaje de Juana.
Una vez más el afán del poder y de la corona de unos, significaron la agonía y muerte de otros.
A lo largo de su vida tan solo conocío la traición, el dolor y la soledad, espero con todo corazón que al menos ahora tenga paz y libertad, algo que ni el gran Fernando II de Aragón, ni el gran Carlos I de España, con sus inmensos poderes y títulos fueron capaces de darselo.
Este artículo está dedicado especialmente para Juana, deseándole que dónde quiera que esté, haya encontrado la felicidad que nunca pudo encontrar en esta vida.
Tumba de Felipe y Juana en la Catedral de Granada