Erase una vez, una niña soñadora que adoraba el pasado. Que sentía una conexión indescriptible hacía una época que tan intolerantemente es conocida como "La Edad Oscura". Pero esa niña se paró a pensar que si todos ellos pasaron realmente por esa "oscuridad", quizás sea esa la razón por la cual hoy nosotros podamos tener "luz". Y eso le da el brillo suficiente, para que resalte de los ojos de esa niña, cada vez que contempla un castillo medieval o unas mangas que acarician el rocío durmiente sobre los pétalos de una flor...
Su valentía inmortal por oscura que sea, jamás será olvidada y su coraje por muy primitivo que aparenta ser, bajo la mirada superficial y veloz de una persona que tan solo ha conocido el siglo 21, es la razón por la cual hoy en día nos podemos considerar libres, emancipados, sanos y atrevernos a soñar sin temer por nuestras vidas....
Incluso me atrevería a decir que nuestra propia lucha, si es que se puede llamar así, se ha convertido en algo demasiado fácil.
Recibes tantas cosas con un solo "click",..o ya ni siquiera se trata de un click sino de un suave "desliz" de un dedo,... si eso es malo o bueno lo dejo a vuestra opinión, pero lo que si es cierto es que cuando consigas algo de manera tan superficial y fácil, lo que muere lentamente es la magia.
La magia que tan infravalorada es en nuestros tiempos, cuando realmente debería ser la esencia de cada cosa que consciente o inconscientemente hacemos con amor. Debería estar presente en una mirada, en una lágrima, en una palabra, en pasar la página de un buen libro o en un viaje.
He luchado para que la magia no se alejara de mi y puedo decir que no es que no se haya alejado de mi persona, sino que es y será siempre mi acompañante perpetuo, con los ojos cerrados o abiertos, viva en mi interior y floreciendo aún más, cuando me siento en un avión, viajando hacía la isla más grande de Europa, Inglaterra.
Y como no, una vez más los callejones, el toque único de las campanadas de York Minster, los gansos del Canadá deteniendo el tráfico mañanero, unidos con el aroma a margaritas y los crepúsculos de color carmesí y naranja, me han invitado a pasar la experiencia de mi vida.
Y ahí estaba yo, en el corazón de York, eufórica pero algo asustada a la vez, apunto de pasar un fin de semana como siempre lo había deseado,... como arqueóloga.
Estando ahí, a primera hora de la mañana, cuando el río Ouse aún se encontraba dormido, esperando delante de una iglesia medieval por mis instructores y mis compañeros de curso, no me habría imaginado que estos dos días iban a cambiar mi destino, mi corazón y todo lo que era yo hasta este momento.
Pero segura estaba, cuando por vez primera en mi vida sujeté una rasqueta en mi propia mano, limpiando cautelosamente la tierra de una tumba medieval que escondía tesoros del pasado, que ningún ser vivo podía alcanzar una mayor felicidad que yo en ese preciso momento.
Detrás de la iglesia medieval nos encontrábamos, en un patio olvidado, excavando secretos de los siglos que antaño reinaban Gran Bretaña, mientras el sol iluminaba nuestras caras,...
Cuando la felicidad se une con la perfección sobran las palabras,.. o quizás no es que sobren, quizás es que falten palabras para describir aquellos momentos con rodillas manchadas de tierra, rodeada de la mejor compañía posible, escuchando el canto de los pájaros y descubriendo con las mismas manos que ahora están redactando este artículo, cerámica medieval cubierta de huellas de alguien que hace mucho que se fue,...
Pero ahí siguen sus rastros más vivos que tu, que yo.
Esos son su inmortalidad y mi conexión directa al pasado, de la que siempre había soñado.
Alfarería romana, dados vikingos, peines medievos y cristales victorianos,... todos unidos y ocultos bajo un lugar llamado York.
Cada periodo ocultando sus propios tesoros sin propósito alguno.
Mientras los romanos marchaban por las calles de Eboracum (denominación de York en la época romana), perdiendo alguna que otra moneda al salir de una taverna algo achispados, los anglosajones elaboraban meticulosamente cerámica, que por un niño juguetón se caía al suelo y se rompía, los vikingos a su vez jugaban alegremente a juegos de mesa cuando un mal perdedor furiosamente lanzaba su dado por el suelo y en cuanto a los normandos celebraban grandes festines, arrojaban alguna que otra concha de ostra bajo las mesas....
Una estampa no tan difícil de imaginar, cuando de repente te encuentras en el mismo lugar dónde todo comenzó.
Una coincidencia sellada e inmortal de un momento posiblemente insignificante a la espera de ser descubierto y contar su historia.
Uno de esos romanos aproximadamente en el año 71 DC, sin darse cuenta siquiera perdió una moneda en el corazón del legendario Eboracum,.. unos siglos más tardes los romanos se marcharon de Gran Bretaña y el gran Imperio de Roma llegó a su fin,... pero otros pueblos vinieron a York, algunos solo estaban de paso y algunos llegaron para quedarse para siempre.
Aproximadamente 1900 años más tarde, tuvo que venir esa niña apasionada por la historia, inicialmente desde Alemania luego desde Canarias, hasta llegar a una ciudad en el norte de Inglaterra hoy en día llamada York, para participar en un curso de arqueología y encontrarse con esa misma moneda que estuvo oculta tanto, tanto tiempo para luego terminar en la palma de su mano, lo que obviamente equivale a la mía. :-)
Por unos instantes sentí una conexión que no solo traspasaba el tiempo, sino también dos corazones que latían velozmente en periodos distintos pero en el mismo lugar, en una ciudad dónde nada es imposible.
Un objeto casi minúsculo, casi apunto de perderse en el olvido, rescatado por estas manos que nunca antes habían tenido el placer de desenterrar tesoros del pasado.
Pero ahí estaba yo, con los ojos humedecidos, con mi chaleco fluorescente, mi casco de seguridad y mi moneda romana,... Fascinados por el descubrimiento repentino, se acercaron mis nuevos compañeros, que en pocas horas se habían convertido en amigos, para observar lo que había encontrado en medio de tierra y barro.
Para mi sin duda alguna, era lo más bello que había visto en toda mi vida.
Y mientras el sol nos regalaba sus cálidos rayos y las golondrinas volaban encima de los viejos tejados de York, reíamos maravillados concluyendo un día que igual que la moneda, jamás se olvidará.
Aún recuerdo cuando volvía a mi casa, situado en la calle más pintoresca de Gran Bretaña de The Shambles,... todo era sencillamente perfecto.
Era como si todos los momentos de mi vida habían sido planificados de una manera excepcional, para que llegara éste. Como si todo hasta ahora hubiera tenido su propósito, para que yo pudiera caminar por las calles antiguas de York, repletas de personas, flores y el olor a primavera, después de haber pasado un día como arqueóloga.
Fue entonces cuando supe que nada iba a ser lo mismo. Podría decir que la moneda que perdió un romano en el pasado cambió mi destino,... pero quizás era yo que cambié el suyo, y en ello a su vez también se encuentra mi inmortalidad.
Siempre había hecho la experiencia que por cada paso que das y cada viaje que emprendes, una parte de ti cambia, pero cuando sientes magia en tus diminutas manos, en el atardecer y en tu corazón, esta claro que no has crecido tan solo como persona, sino también tu alma que solo se atreve a salir en circunstancias que de rutinarias tienen poco y de celestiales mucho.
Porque somos tan felices cuando viajamos?
Porque quizás sea la única vez cuando realmente vivimos en el presente, y nos olvidamos del pasado y del futuro.
Nos hace feliz vivir el presente, pero desgraciadamente a veces inconscientemente nos olvidamos.
Abrir tu corazón a algo nuevo, a una ciudad, a una cultura, a personas completamente desconocidas, te hace sentir libre, y eso quizás es lo que todos aspiramos.
O que alguien que acababas de conocer te abra el suyo, así sin más, sin miedos ni prejuicios o orgullos, es algo que posiblemente se pudiera comparar con una pequeña chispa de magia.
Después de aquellos descubrimientos, tras todo lo que aprendí sobre el mundo maravilloso de la arqueología, haber conocido a unas personas imposibles de olvidar, ver como brilla el sol también en Inglaterra, haber probado el chocolate caliente con marshmallows del Perky Peacock y formado parte de ese maravilloso caos, es cuando repentinamente me tropecé con la razón de mi propia existencia y esa quizás es la sensación más rica que un ser vivo puede experimentar.
Hay viajes en los que aprendes más que durante una vida entera, y hay veces que bastan cinco minutos para soñar toda una vida.
Y desde este rincón en medio de la nada, quiero darle las gracias al pub encantado de "The Golden Fleece" por servirme la mejor de las cervezas negras y por ese suelo antiguo que cruje cuando lo pisas, por sus clientes cornualleses que tan descaradamente me invitaron a tomarmela con ellos, a la novela de "Sovereign" escrita por C.J. Sansom, que me atrapó desde la primera hasta la última hoja, a las campanadas del York Minster, que me acompañaban fuera a donde fuera durante el día, al York Roast Co. por su riquísimo Yorkshire Pudding con salsa de manzana, por el olor a flores cuando salía del tren el día de mi llegada, por mi escapada a Edinburgo que nunca olvidaré, por esos atardeceres que ví desde mi ventana de mi dormitorio, que me susurraban que todo iba a salir bien, por el grupo de música que cantaba "Sweet Home Alabama" en medio de York y dejaba atónito a todos los pasantes, por un dado vikingo hecho de barro que me ha sido regalado, por la sonrisa de mi querida amiga Chelsea, que me hacía sentir como si nos conociéramos de toda una vida y por el destino, si es que es así como lo podríamos denominar, que hizo posible todo esto,... y por mi propia aspiración de ser libre y feliz.
Finalmente y con mi bolsillo vació, nunca me había sentido más rica.
Es posible que otras personas hubieran preferido tomarse unas vacaciones en una playa desierta tostándose bajo el sol caribeño, yo sin embargo, no me puedo imaginar unas vacaciones más felices que estar arrodillada sobre el suelo de York, los pantalones llenos de barro y las manos irreconocibles, buscando tesoros que pertenecieron a personas, que hace mucho que se fueron.
Sus pertenencias siguen ahí, suspirando, esperanzados de volver a resucitar y contarte su historia.