La Masacre de Glencoe
Queridos lectores, en estos últimos meses he podido viajar por el tiempo, gracias a las palabras cautivadoras de unos cuantos libros, a una serie mágica llamada "Outlander" y a dos viajes inolvidables hacía la bella y misteriosa Escocia.
Cada una de estas vivencias, cada página leída, cada cardo que se cruzaba en mi camino hacia el maravilloso Dunnottar Castle, aportaron su granito de arena para que me viera a mi misma traspasando la suntuosa corte de Isabel I de Inglaterra en el siglo 16, hasta llegar al reinado de Guillermo III de Orange en el siglo 17.
Fue entonces, cuando descubrí la trágica historia sobre la Masacre de Glencoe.
Un relato difícil de olvidar, un hecho que deambulaba por mi mente, llenándome de asombro y pena por aquellos que perdieron su vida entre las montañas gigantescas de las Tierras Altas.
Ahora me gustaría compartirlo con ustedes, para que no quede en el olvido, para inmortalizar tanto la valentía de algunos, como la cobardía de otros.
Esa es la esencia de este blog, no olvidar, nunca dejar de descubrir y honrar todo aquello y aquel que marcó la historia de nuestro mundo.
Estoy segura que muchos de ustedes desconocen esta historia, al igual que yo hace tan solo unos meses. Pero es por ello, que os digo, que después de mostrárosla, no volvereis a ser los mismos.
Los origines de este relato comenzaron a base del movimiento político denominado como "Jacobismo", llamado así por el rey católico Jacobo II, dominando los países de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Fue el destronamiento de Jacobo II en 1688 y la sustitución por la reina Maria II de religion protestante, que dio comienzo al levantamiento jacobita. Estos rebeliones tuvieron lugar en Gran Bretaña e Irlanda para devolver el trono al rey católico Jacobo II y el de sus herederos. El levantamiento de los llamados jacobitas contra el Gobierno Británico duró desde 1688 hasta 1746.
Como consecuencia de esta revolución, Jacobo II huyó a Francia, intentando en reiteradas ocasiones regresar a su país. Seis años más tarde fallece Maria II y le sucede su marido Guillermo, perteneciente a la casa Orange-Nassau (Holanda). Los partidarios de este movimiento se encontraron mayoritariamente en las Tierras Altas de Escocia, pero también en las Tierras Bajas. Asimismo encontraron apoyo en Irlanda, en algunas partes del norte y del suroeste de Inglaterra y en Gales.
Jacobo II de Inglaterra
Tras la batalla de Cromdale, el 1 de mayo de 1690, en la cual los jacobitas fueron derrotados fuertemente, Guillermo III ofreció a todos los clanes de las Tierras Altas de Escocia un perdón por haber participado en las rebeliones, siempre y cuando firmaran un juramento de lealtad antes del 1 de enero de 1692 en presencia de un magistrado. Les dejó también bien claro, que para quienes no iban a firmar el juramento, serian ejecutados por traición.
Guillermo III de Orange
Los jefes de los clanes, encontrándose entre la espada y la pared, acudieron a Jacobo, que se encontraba de exilio en Francia, esperando su aprobación para poder firmar el testimonio de lealtad.
Pues bien a pesar de su coraje y valentía sabían, que de ello dependería sus vidas y el futuro de toda una nación. Pero Jacobo dudó, indeciso sobre que hacer.
Éste estaba seguro, de que iba poder volver a Escocia y recuperar el trono del que le habían arrojado. Pero el tiempo pasó y los escoces temían sobre que les iba a ocurrir, sino firmaban el juramento.
En las Tierras Altas no se hablaba de otra cosa, mientras el invierno acechaba a los Highlanders. Los miembros de los clanes se encontraban divididos. Muchos querían firmar el juramento para poder vivir en paz, mientras que otros no se veían dispuestos a ejercer semejante traición contra Escocia y Jacobo.
Cuando al fin éste se percató de que no iba a poder regresar a Escocia, mandó ordenes a los jefes de los clanes para firmar el juramento. Pero debido a las difíciles y duras condiciones invernales, esta noticia les llegó a mediados de diciembre de 1691, tan solo unas 2 semanas antes de la fecha límite.
A pesar de ello, muchos de los clanes consiguieron prestar juramento de su lealtad dentro del plazo establecido. Pero algunos no, y uno de ellos fue el clan de los MacDonald.
Los MacDonald fueron uno de los clanes más rebeldes y más temidos no solo por el Gobierno Británico, sino también por el clan vecino Los Campbells, que se hicieron aliados de los ingleses, compartiendo el odio hacía los clanes de las Tierras Altas.
Ilustración victoriana de un miembo del clan MacDonald
Alasdair Ruadh Maclain Macdonald, jefe del clan MacDonald, esperó hasta el último día para firmar el juramento. Hay quién dice, que tal vez esperaron hasta el último día para demostrar su desagrado sobre esta "amenaza" y dejar constancia, que ellos tal vez iban a prestar juramento, pero que esta situación no se iba a quedar así.
Eran tiempos difíciles para los escoceses. Su país había sido invadido y fueron obligados a jurar lealtad al rey holandés de Inglaterra, que estaba en contra del Catolicismo, de la Casa Estuardo, de las Tierras Altas y de los Franceses (por aquel entonces aliados de los escoceses). Estaba claro, que los escoceses, acostumbrados a la libertad y a vivir bajo la protección y reglamentos de los jefes de sus propios clanes, no se iban a rendir tan fácilmente, pero a su vez los ingleses tampoco eran fáciles de persuadir.
De ese modo, Alasdair Maclain, finalmente partió un gélido 31 de diciembre de 1691 hacía Fort William, dónde inicialmente le dijeron que tenía que ir. Pero una vez llegado a Fort William, el gobernador le dijo que el no estaba autorizado a recibir el juramento y que tenía que acudir urgentemente al pueblo de Inveraray, dónde al parecer sí podía hacer su voto de fidelidad. Existen rumores que afirman, que tal declaración se le había dicho a Alasdair, con el fin de que llegara tarde para entregar su firma.
Al jefe del Clan no quedó más remedio, que trasladarse desde Fort William a Inveraray, una distancia de aproximadamente 115 km en caballo por las Tierras Altas en pleno invierno. Supongo que no es necesario describiros las condiciones climáticas de un día como el 31 de diciembre en el corazón de las Tierras Altas de Escocia.
Las Tierras Altas en Invierno
Independientemente del frío entumecido que habrá sentido Alasdair, también habría que añadir la desesperación por llegar a su destino a tiempo, por miedo a las consecuencias que conllevaría el incumplimiento de no hacerlo. Y mientras mantuvo el futuro de todo un clan en sus manos heladas ese sombrío día de diciembre, supo con certeza, que había sido no solamente engañado, sino también convertido en un hazmerreír entre las sucias bocas de los Casacas Rojas.
Al fin Alasdair Maclain llegó a Inveraray, pero como era de esperar, tres días tarde. Su demora se debía en parte al mal tiempo, pero también por haber estado detenido en el castillo de Balcardine con la primera compañía del Regimiento de Infantería de Argyl para asegurar su tardanza.
El juez municipal, Sir Colin Campbell, que debía recoger el testimonio, también llegó tarde, demorándose aún más que el propio Alasdair. Mientras éste temía por el mañana del clan MacDonald, Sir Colin Campbell disfrutó de un esplendido y cálido Año Nuevo junto a su familia, retrasándose así 3 días más.
Balcardine Castle
Finalmente tras la llegada del Sr. Campbell a Inveraray, el jefe del clan MacDonald dejó constancia de su fidelidad hacía el extranjero rey holandés, asegurándose así la traición hacía todo aquello, que significaba ser escoces, pero a su vez también la tranquilidad para los suyos. O al menos eso fue lo que el pensó.
Con el corazón abatido pero al mismo instante aliviado, se alejó de Inveraray con dirección a lo que era su hogar: Glencoe.
No era de extrañar, que muchos sentían envidia hacía los MacDonald, teniendo como hogar al lugar de Glencoe.
Se considera uno de los paisajes más bellos y espectaculares no solo de Escocia, sino del mundo entero.
Bidean Nam Bian - Las llamadas "3 hermanas de Glencoe"
Empinadas montañas elevándose hacía el cielo, redondeando un valle dónde posiblemente residan hadas y espíritus de la naturaleza. Un lugar virgen, sin mancha ni defecto, se eleva sin piedad hacía la atmósfera. El río Coe que atraviesa el valle, crea cascadas hermosas que se deslizan sobre unas rocas más antiguas aún que el tiempo.
El valle de Glencoe
Yo he estado ahí y lo he visto con mis propios ojos y os aseguro, que una vez visto Glencoe todo lo demás no tiene relevancia. Contemplando esas montañas, ya nada importa, ni nosotros ni el tiempo, tienen algún significado para ellos.
Y cuando algún día todo este maravilloso caos en el que vivimos día a día desaparezca y no quede rastro de nosotros, ellos seguirán estando ahí, desafiando al mismo universo.
Así pues, Alasdair llegó a casa, apaciguando de esa manera a todo aquel que se llamase MacDonald.
Pasaron las semanas y cuando la tranquilidad se volvió a expandir por el clan en el corazón de Glencoe, llegaron unos aproximadamente 120 hombres, pertenecientes a las compañías del regimiento de infantería, bajo el mando del capitán Robert Campbell of Glenlyon, con el fin de colectar los impuestos. El clan MacDonald los recibió con la tradicional hospitalidad, tal y como solía ser la costumbre en las Tierras Altas.
El capitán Campbell era pariente de los MacDonald, por lo que no era inusual que se alojara con ellos.
Durante 14 días, Campbell visitaba la casa de Alexander MacDonald, el hijo menor del jefe del clan, que estaba casado con la sobrina del capitán, hermana del célebre Rob Roy MacGregor.
Mientras los soldados se hospedaban en las casas del clan, recibían no solo comida y bebida, que teniendo en cuenta el mes del año en el que se encontraban no les sobraba, sino también su confianza y lealtad.
Robert Campbell de Glenlyon
Los Casacas Rojas dormían en sus camas y se alimentaron de sus provisiones. Jugaban alegremente a las cartas con los MacDonald todas las tardes hasta las altas horas de la noche, mientras brindaban con sus cervezas oscuras por una vida mejor.
Soldado británico portando una casaca roja
En la noche del 12 de febrero de 1692 llegó también el Capitán Drummond, uniéndose a sus anfitriones y a sus camaradas, pasando el tiempo jugando a juegos de mesa. Unas horas después, éste les deseó unas buenas noches, aceptó además una invitación para comer con el jefe del clan el día siguiente retirándose a sus aposentos.
Esa misma noche, cuando todo el clan MacDonald se encontraba en sus camas pacíficamente dormido, sin motivo aparente ni advertencia alguna, se levantaron sus huéspedes, sacando sus espadas resplandecientes, asesinando a todos y a cada uno de ellos.
El clan, desprotegido, desarmado e indefenso fue degollado igual de frío, que el viento que soplaba como un maníaco fuera en el valle de Glencoe.
Alasdair, el jefe del Clan, fue asesinado en su cama, recién despertado a causa de los gritos y disparos de los mosquetes. Tras su muerte, los asesinos violaron a su mujer, intentando también robarle un anillo de oro que llevaba. Dada su fuerte resistencia, los soldados no dudaron en cortarle el dedo y arrollándola desarropada en medio de la ventisca de nieve dónde murió de frío.
Muchas mujeres y niños del clan horrorizados y desesperados salieron de sus casas, intentando huir de aquella matanza para adentrarse en el gélido invierno de 1692. Sus casas fueron quemadas, igual que su ganado y todo aquello que se les pusiera en su camino a las Casacas Rojas.
Unas 40 personas del clan MacDonald fueron asesinadas a sangre fría esta noche. Otras 40 murieron de frío, mientras intentaban escapar de las balas de los mosquetes.
La simple idea de asesinar a los que le habían dado un techo dónde refugiarse y un plato de comida caliente durante 2 semanas con la tradicional amabilidad de las Tierras Altas había sido tan despiadada y cruel, que hasta los propios soldados del 1 y 2 Regimiento encontraron alguna que otra manera para poder avisar a sus anfitriones. Incluso 2 lugartenientes, Francis Farquhar y Gilbert Kennedy rompieron sus espadas antes de formar parte de esta matanza.
Los principales culpables de este acontecimiento aterrador y fríamente planeado, fue el ministro y abogado, John Dalrymple. El residía en las Tierras Bajas y odiaba a todo aquel que vivía en las Tierras Altas. Creía, que el estilo de vida de las Tierras Altas era un obstáculo para la prosperidad de Escocia. Además opinaba, que Escocia solo podía progresar con la ayuda de sus vecinos, los ingleses.
El se había quedado profundamente decepcionado cuando descubrió, que los MacDonald habían realmente firmado el juramento de lealtad, ya que entonces no disponía de motivo para poder aniquilarlos.
John Dalrymple, 1er conde de Stair
Dalrymple encontró la manera de declarar el juramento que había hecho Alasdair inválido y persuadió al rey Guillermo a firmar una orden para "extirpar" al clan de Glencoe.
El único deseo de Dalrymple había sido derrotar al supuesto
"peor de los peores" clanes.
Las ordenes fueron enviadas al Capitán Robert Campbell de Glenlyon, que igual que Dalrymple pertenecía a las Tierras Bajas de Escocia y detestaba a las Tierras Altas y más aún al clan MacDonald.
La nota decía lo siguiente;
"Por la presente, le ordeno a caer sobre los rebeldes del clan MacDonald de Glencoe y asesinar a todos menores de 70 años. Deberá tener un cuidado especial para que no se escapen "el viejo zorro" (Alasdair MacIain), y sus hijos. Deberá eliminar cualquier posibilidad de huida. Esto lo deberá cumplir a las cinco de la mañana en punto. No espere por mi. Estas son las ordenes concretas del rey, para el bien y la seguridad de esta nación. Estos villanos tendrán que ser aniquilados desde la raíz. Ocúpese, para que éstos ordenes se cumplen sin dudar. En caso contrario, será reconocido como alguien desleal al rey y a su Gobierno, un hombre indispuesto a estar en el servicio del rey.
A la espera de su cumplimiento, firmo lo presente con mi propio mano."
John Dalrymple
Carta original de John Dalrymple
Bajo la ley de Escocia existía una categoría especial de asesinato, conocida como "asesinato bajo confianza". Esto fue considerado como algo aún más abominable, que el asesinato común.
La matanza de Glencoe fue estimada como tal.
El objetivo de esta investigación fue llevada a cabo para poder asignar la culpabilidad a los responsables del masacre, sin embargo, había sido el rey que firmó las ordenes para ejecutar dicho crimen. Y este, como os podéis imaginar, no podía ser juzgado.
Finalmente el rey fue exonerado y la culpa se transmitió al ministro John Dalrymple. El Parlamento escocés, tras estudiar el informe, declaró la ejecución del clan MacDonald como asesinato. Un escrito fue enviado al rey con posibles penalizaciones para los culpables e indemnizaciónes para los supervivientes del clan.
Hasta el día de hoy estas propuestas nunca se ejecutaron, excepto el encarcelamiento de John Campbel, conde de Breadalbane, por un par de días en el castillo de Edimburgo.
Deciros que éstas fueron las últimas gotas de sangre derramadas por la causa de los Jacobitas, me haría muy feliz, sin embargo no fue exactamente así como sucedió.
Este acontecimiento tan solo fue el principio de un movimiento anti-gaélico, que no solo iba a destruir el sistema de los clanes, como se conocía hasta entonces, sino también la invención de prohibir hacer uso del Kilt, del Tartán, del gaélico y llegando quizás a lo más extremo, la prohibición de tocar la gaita.
Lugar conmemorativo en Glencoe
Aunque después de aquel entonces, Escocia nunca volvió a ser lo mismo, sí que existen unas cosas que nada pudo cambiar.
La valentía de los escoces, el amor incondicional que sienten por su patria y la belleza que deambula por sus páramos, montañas, lagos e incontables castillos. Puedes arrebatarle a un escocés todo lo que significa ser gaélico, pero nunca de su honor de serlo, ya que para ello tendrías que llevarte su alma y eso por suerte es algo inasequible para cualquier mortal.
A quiénes le gustarían leer más sobre la historia de Glencoe, os recomiendo una novela histórica maravillosa y fascinante que hará volar vuestra imaginación hacía Escocia y más allá.